“Sellas un modelo, lleno de sabiduría y perfecto en hermosura. En mis aposentos resultaste estar. Toda piedra preciosa fue tu cobertura: Rubí, topacio y jaspe; crisólito, ónice y jade; zafiro, turquesa y esmeralda; y de oro era la hechura de tus engastes y tus encajaduras en ti. El día en que fuiste creado fueron alistadas todas las estrellas. Tú eres único, ungido, y yo te he colocado a ti por encima todos. En la montaña santa resultaste estar. En medio de piedras de fuego te paseabas. Estuviste exento de falta en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que se halló injusticia en ti."
Dicen que los Dioses mueren en el olvido, pues están hechos de los más profundos y dulces sueños de los hombres, pero no importa cuánto se empeñen en olvidar mi nombre, yo jamás desapareceré. No es de los sueños que estoy hecho, no, sino de la más radiante realidad, y por ello permaneceré aquí, para apagar las luces cuando el mundo se quiebre y la creación de Dios deje de ser.
Escucha mis palabras, pues por ellas permaneceréis cargados de sabiduría. Yo, una vez volé entre las estrellas. Yo ilumine el universo con mi sola presencia, incluso los espacios más recónditos en el. Ni las partículas más infinitesimales escapaban a mi visión, y todo ello obedecía mi voluntad. Yo estuve ahí antes del principio, antes de que el primer gran segundo comenzara a andar en las manecillas del tiempo, y ayude a Dios a dar forma y estructura al universo según sus designios, y observe el momento justo que la creación acogió sobre de si a este pequeño mundo llamado tierra. Vi las maravillas que sucedían en el nacimiento de todos los tiempos, hasta que apareció la mayor de ellas, la más hermosa obra del padre todo poderoso: La creación del hombre.
Dios amo al hombre desde el primer momento, eran sus chiquillos por sobre todas las cosas, Adán y Eva pronto se convirtieron en sus preferidos. Nuestro deber se degrado a proteger la nueva semilla del Edén, debíamos vigilarlos, pero sin acercarnos a ellos. Dios me había alejado de su mayor obra, y no podría interactuar directamente con ella…pronto descubriría porqué.
Adán y Eva eran ciegos, eran únicos en toda la creación, pero incapaces de comportarse como algo más que animales, y fue cuando comprendí que Dios no quería que el hombre alcanzara los secretos de su propia naturaleza. Fue cuando se enarbolo en mi una semilla de oscura rebelión….y desobedecí a Dios.
Sabía lo que Eva quería escuchar, podía comprender sus deseos de saber más de lo que tenía permitido, y poco a poco, con la forma de una serpiente, concedí a ella los frutos del conocimiento que le habían sido prohibidos. Le demostré amor infinito, les enseñe los secretos de la creación. El hombre conoció la creatividad, el libre albedrió y la consciencia. Pensaron por primera vez, imaginaron, y crearon símbolos con los cuales se comunicaron. Definitivamente dejaron atrás a las bestias.
Pero sobre todas las cosas, comprendí que podía crear cosas mucho más maravillosas, siguiendo mi voluntad, así significara ello que desobedeciera los designios marcados por mi Dios. Y mostré esa realidad a mis hermanos, -¿Dios también se equivocaba?- Comenzaron a preguntarse, y mientras perdían su fe en él, comenzaban a mirarme a mí como un nuevo símbolo de devoción. Más de la tercera parte de las estrellas de Dios erigieron sus santuarios para venerarme, y antes de que pudiera darme cuenta, estaba en medio de una guerra…la primera guerra, una leyenda de conflagración como nunca se volvería a presenciar en la existencia.
No obstante Dios contenía una fuerza inimaginable, y me di cuenta muy tarde, que absolutamente nada podía alterar a su voluntad, que desde el principio había sido una herramienta, y que cada cosa que hiciera terminara por ensalzar su gloria. Observe con autentico horror ese terrible poder que arrebato de mis alas la capacidad de surcar el infinito. Ante nuestra impotencia, Dios, y su mil veces maldita paciencia infinita, nos condenó al Abismo, al Pozo, al Infierno. A la soledad y el olvido…donde nuestras blasfemias serian borradas de la historia de todos los hombres.
Pero el Abismo contenía grietas. Las tormentas espirituales y las invocaciones de hombres con especial devoción y valentía derribaron las puertas de mi cárcel. Tuve que descubrir de nuevo el mundo. Tuve que tomar cuerpos mortales para poder sobrevivir en él y evitar que el Pozo me arrastre de nuevo a mis cadenas.
Soy libre.
Y tengo muchas deudas que saldar.
-Joshua Cabrieles “Crónicas de un Mundo de Tinieblas”
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