jueves, 11 de noviembre de 2010

♣ .Τнє Řavєл. ♣


En una triste noche, mientras estudiaba, débil y fatigado,
Sobre muchos exquisitos y raros volúmenes de ciencia ancestral…
mientras cabeceaba, casi adormecido, llego de repente un sonido,
como si alguien delicadamente diera golpecitos, golpecitos en la puerta.
“Algún visitante” murmure, “golpea mi puerta:
sólo eso y nada más”.

Ah, claramente recuerdo que esto sucedió durante el desolado diciembre,
y que cada moribunda chispa dejaba su espectro sobre el suelo.
Ansiaba el amanecer; vanamente buscaba
entre mis libros ahogar el pesar, pesar por la pérdida de Lenore,
por la extraña y radiante doncella que los ángeles llamaron Lenore:
nombrar nunca más.

Y la triste seda, de incierto susurro en cada purpura cortina
me emocionaba –Me llenaba de fantásticos terrores
nunca antes experimentados.
Así, ahora, en un intento por tranquilizar mi corazón, repito:
“Es este alguien que suplica a mi puerta entrar a mi habitación…
algún visitante nocturno que suplica a mi puerta entrar a mi habitación:
solo eso y nada más”.´

Mi alma tomo fuerza entonces, y sin dudar mas,
“caballero” dije “o dama, en verdad imploro me disculpe,
pero sucede que estaba adormecido y tan suavemente dio usted un toquido,
que apenas pude escucharlo”, entonces, abrí mi habitación:
sólo oscuridad y nada más.

Sumido en escudriñar tal oscuridad, permanecí pensando, temiendo;
dudando, soñando sueños que ningún mortal se ha atrevido a soñar nunca;
y la única palabra que ahí se dijo fue el susurro: “¡Lenore!”.
Eso susurré, y en respuesta, el eco me murmuró, “¡Lenore!”.
Apenas eso, y nada más.

De regreso a mi habitación, toda mi alma por dentro se consumía;
poco después escuche un golpeteo aún más ruidoso que el anterior.
“Desde luego” dije “desde luego que eso es algo desde mi ventana;
déjame ver, entonces, qué es eso y explorar este misterio,
deja que mi corazón contemple un momento y explore este misterio;
este es el viento, y nada más”.

Abro de repente el postigo cuando, con marcado coqueteo y contoneo,
se abre paso un majestuoso cuervo de los santos ancestrales días.
No realizó el más mínimo saludo; no se detuvo o aquietó minuto alguno,
pero con aire de Caballero o Dama, se posó sobre la puerta de mi habitación.
Posado sobre un busto de Palas justo sobre la puerta de mi habitación;
posado y sentado, y nada más.

Entonces, esta ave de ébano persuadió mi triste imagen en sonrisa,
gracias al marcado y firme decoro de su talante.
“Aún cuando tu cresta sea cortada” dije “seguro no acobardas,
horroroso cuervo lúgubre y antigua que deambula por las riberas nocturnas.
Dime, como arrogantemente te nombran las riberas plutonianas nocturnas”.
El cuervo dijo, “nunca más”.

Me maravilló escuchar el desgarbo natural de esta ave al hablar,
a pesar de su sinsentido y de su poca relevancia;
pues estaremos de acuerdo en que ser viviente alguno
nunca ha sido bendecido con la posibilidad de mirar un ave
sobre la puerta de su habitación,
ave o bestia sobre el busto esculpido en la puerta de su habitación,
con nombre tal como “Nunca más”.

Mas el cuervo, sentado y solitario en aquel plácido busto, solo dijo
aquellas palabras, como si con esas palabras su alma derramara.
Nada más tuvo que pronunciar; pluma alguna no tuvo que agitar;
hasta que apenas murmuré: “Otras amistades han partido ya,
al amanecer me habrá dejado como mis sueños lo han hecho ya”.
Entonces, el ave dijo: “Nunca más”.

Alarmado por la quietud perdida ante inmejorable respuesta,
“sin duda” dije yo “habla la experiencia,
tomada de algún amo triste cuyo inmisericorde desastre
siguió veloz y velozmente hasta que sus composiciones lo abrumaron,
hasta que su canto fúnebre le dé la esperanza de la pesada melancolía
De nunca-nunca más”.

Pero el cuervo continuaba persuadiéndome para dar una sonrisa.
Coloque de inmediato un asiento acojinado frente al ave, el busto y la
puerta; entonces, sobre el pozo aterciopelado, esto fue lo analizado:
fantasía tras fantasía, pensando en que esta ave de milenios,
que esta lúgubre, desgarbada, horrorosa, demacrada y ominosa ave de
milenios, quiere decir graznando: “Nunca más”.

Así fue que me concentré, aunque sin expresar sílaba alguna,
en el ave cuyos ardientes ojos consumían el centro de mi pecho.
Esto y más sentado pensaba, con mi cabeza cómodamente reclinada
sobre los almohadones aterciopelados y bañados por la luz de la lámpara,
mismos purpuras aterciopelados y bañados por la luz de la lámpara, que
Ella no tocará, ah, ¡nunca más!

Entonces, el aire pareció volverse más denso, perfumado de incienso
oscilado por serafines cuyos pues tintinean sobre el espeso suelo.
“Maldito” proferí, “tu Dios a través de estos ángeles te ha permitido
respirar, ¡respirar y olvidar las memorias de Lenore!
Beberse, oh, ¡beberse este dulce narcótico y olvidar la pérdida de Lenore!”.
Dijo el cuervo: “Nunca más”.

“¡Profeta!” dije, “¡engendro del mal! ¡Ave o demonio, profeta permaneces!
Lo envíe al demonio, o a la tempestad que derrumba,
desolado, pero intrépido, en esta ignota tierra encantada,
en esta casa condenada al horror –dime sinceramente, lo imploro.-
¿Existe, existe paz en Galaad? ¡Dime-dime, lo imploro!”.
Dijo el cuervo: “Nunca más”

“¡Profeta!” dije, “¡engendro del mal! ¡Ave o demonio, profeta permaneces!
Por aquel cielo que sobre nosotros se inclina –Por aquel Dios
Que ambos adoramos. Di a esta alma con pesar si, dentro de la distante
Aidenn, estrechare a una doncella inmaculada a quien los ángeles llaman
Lenore; estrechare a una extraña y radiante doncella a quien los ángeles
llaman Lenore”
Dijo el cuervo: “Nunca más”.

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida, ave o demonio!” grite
“¡regresa aquí, dentro de la tempestad en la rivera de la plutoniana noche!
¡Que no quede pluma alguna como prueba de tu mentira!
¡Deja intacta mi soledad! ¡abandona el busto sobre mi puerta!
¡Saca ese pico de mi corazón, y tu silueta fuera de mi puerta!”.
Dijo el cuervo: “Nunca más”.

Y el cuervo, inamovible por siempre, sentado aún, aún sentado está
sobre el pálido busto de Palas justo arriba de la puerta de mi habitación;
y sus ojos poseyendo toda la apariencia de un demonio que sueña,
y la luz de la lámpara que arroja su sombre sobre el suelo;
y de aquella sombra flotante sobre el suelo de mi alma
se alzará ¡nunca más!

-Edgar Allan Poe.

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